sábado, 17 de noviembre de 2012

LOS CUÁQUEROS




Es la denominación oficial de una secta religiosa Anglo-Americana, originalmente denominándose ellos mismos “Hijos de la Verdad” e “Hijos de la Luz”, pero “llamados en forma despectiva por el resto de mundo, Cuáqueros” 

El fundador de la secta, George Fox, hijo de un acomodado tejedor, nació en Fenny Drayton en Leicestershire, Inglaterra, en Julio de 1624. Sus padres, gente honrada y estrictos seguidores de la religión establecida, le destinaron a la Iglesia; pero desde que el chico, muy pronto, sintió una fuerte aversión al “ministerio mercenario”, fue, tras recibir una educación básica, aprendiz de zapatero. Llegó a la madurez con una juventud pura y honesta, alejada de los vicios de su edad, y “dotado”, dice Sewel, “con una gravedad y serenidad de mente, rara vez vista en un niño”. Con diecinueve años, mientras estaba en una feria con dos amigos, que eran catedráticos de religión, quedó tan impresionado por una propuesta que le hicieron para unirse a ellos para beber alcohol, que abandonó su compañía. Al volver a casa, pasó una noche en vela, durante la cual creyó oír una voz del cielo gritándole: “Has visto cómo los jóvenes caen en la vanidad, y los viejos en la tierra; debes abandonarlos a todos, jóvenes y viejos, alejarte de ellos y ser un extraño para todos”. Interpretando literalmente la orden, Fox abandonó la casa paterna, sin dinero y con la Biblia en la mano, recorrió el país en busca de iluminación. Su angustia mental, a veces rayaba en la desesperación. Encontró consejo en afamados catedráticos; pero sus consejos de que debía tener una esposa, o cantar salmos, o fumar, no iban a resolver los problemas que confundían su alma. Sin encontrar alimento ni consuelo en las enseñanzas de la Iglesia de Inglaterra o en las innumerables sectas disidentes que inundaban la tierra, fue devuelto hacia sí mismo y forzado a aceptar sus propias imaginaciones como “revelaciones”. “Ayuné mucho”, nos dice en su diario, “viajé a lugares solitarios durante varios días, y a menudo cogía mi Biblia y me sentaba en árboles huecos y lugares solitarios hasta la llegada de la noche; y frecuentemente caminaba en la noche afligido conmigo mismo. Ya que era un hombre dolorido en la primera acción del Señor en mi.” Esta angustia espiritual continuó, con interrupciones, durante algunos años, y no resulta sorprendente que el joven solitario en la Biblia toda su propia idiosincrasia y limitaciones. 

Basando sus opiniones en textos aislados, evolucionó gradualmente hacia un sistema con variaciones respecto a cualquier forma de Cristianismo existente. Su dogma central era el de la “luz interior”, comunicada directamente al alma por Cristo “que ilumina a cada hombre que viene al mundo”. Caminar hacia esta luz y obedecer la voz de Cristo hablando en el alma fue para Fox la única y máxima tarea del hombre. Credos e iglesias, concilios, ritos y sacramentos fueron descartados como cosas externas. Incluso las Escrituras debían ser interpretadas por la luz interior. Esto significaba llevar la doctrina protestante de la interpretación individual a su última conclusión lógica. Algunos pasajes inconvenientes de la Sagrada Escritura, tales como el establecimiento del Bautismo y la Eucaristía fueron descritos por Fox en sentido alegórico; mientras que en otros pasajes insistía en una literalidad desconocida anteriormente. Así, del texto “No jurarás”, dedujo la ilicitud de juramentos incluso a requerimiento de los magistrados. Títulos honoríficos, saludos y todas las cosas similares conducentes a la vanidad, como quitarse el sombrero o la genuflexión debían ser evitados incluso en presencia del rey. La guerra, incluso defensiva, fue declarada ilegal. 

El arte, la música, el teatro deportes de campo y el baile fueron rechazados por impropios para la seriedad de un cristiano. Como atuendo, reclamaba esa sencillez en el vestir y ausencia de adornos que más tarde se convirtieron en la peculiaridad más llamativa de sus seguidores. No había lugar en su sistema por los clérigos ordenados y pagados de otras religiones; Fox proclamaba que cada hombre, mujer o niño, cuando eran movidos por el Espíritu, tenían el mismo derecho a profetizar y dar testimonio para la formación de los hermanos. De su rechazo a la dignidad ministerial, se obtuvieron dos conclusiones, de consecuencias desagradables para los primeros Hermanos; la primera era que rehusaron pagar diezmos o tasas de la iglesia; la segunda, ellos celebraban matrimonios entre ellos mismos, sin requerir los servicios de un ministro legalmente facultado legalmente.

 Impulsado por frecuentes “revelaciones”, Fox comenzó la predicación pública de su nuevo principio. En 1647. No fue su intención el incrementar la confusión religiosa de la época añadiendo una nueva secta. Parecía haber sido persuadido de que la doctrina por medio de la cual él había “llegado en espíritu a través de la espada flamígera al paraíso de Dios” pudiera ser saludada igualmente por un cristiano, un turco y un pagano. El entusiasmo y la sinceridad evidente del joven y grosero predicador le hizo ganar numerosos conversos en todas partes de Inglaterra; mientras el acceso de Margaret, esposa del juez Fell, tras el mismo Fox, aseguró a los Amigos un valioso punto de partida en el aislamiento de Swarthmoor Hall, Lancashire. En un increíblemente corto período de tiempo, una multitud de apóstoles no ordenados, hombres y mujeres, recorrieron ambos hemisferios, llevando a los confines de la tierra, la palabra de Fox. Un entusiasta se apresuró a Roma a iluminar al Papa; un Segundo fue a Oriente a convertir al sultán. Las religiones antagónicas dominantes en Inglaterra antes y después de la Restauración, Presbiterianos y la Iglesia Establecida, hicieron similares esfuerzos, junto al poder civil, para aplastar la naciente secta. De los registros detallados con los que los Amigos, a imitación de los primitivos Cristianos, mantenían los sufrimientos de su hermandad, deducimos que durante el reinado de Carlos II, 13652 “Cuáqueros” fueron apresados en varias partes de Inglaterra, 198 transportados como esclavos al otro lado del océano, y 338 murieron en prisión o por las heridas recibidas durante los violentos asaltos a sus reuniones. Les fue peor a manos de los Puritanos en Massachussets, que no repararon en crueldad para librar la colonia de esta “maldita secta de herejes”, y ahorcaron a cuatro de ellos, tres hombres y una mujer en Boston Common. 

Lo que les hizo ser perseguidos no fue tanto su teoría de la luz interior o su rechazo a ritos y sacramentos, como su rechazo a pagar diezmos o prestar el juramento que marca la ley, o tener relación con el ejército; estas ofensas eran agravadas en la opinión de los magistrados por su obstinación en rehusar descubrirse en la corte y tratar de vos a los jueces. Los sufridores Amigos encontraron al fin un poderoso protector en la persona de su más ilustre converso, Guillermo, hijo del almirante Penn, que defendió a sus correligionarios en folletos y discusiones públicas, y, mediante su influencia con los dos últimos reyes de la dinastía Estuardo, tuvo frecuentes éxitos protegiéndoles de la violencia del populacho y de la severidad de los magistrados. Además, Penn les garantizó un refugio seguro en su gran colonia de Pennsylvania, cuya propiedad adquirió de Carlos II en liquidación de un préstamo hecho a la corona por su padre. Con la llegada al trono de Jaime II, la persecución de los Amigos cesó prácticamente, y en sucesivos decretos del Parlamento obtenidos tras la Revolución de 1688, sus incapacitaciones fueron eliminadas, sus escrúpulos en el pago de diezmos y apoyo al ejército fueron respetados, y su afirmación era aceptada como equivalente a un juramento. Mientras tanto, Fox, en los períodos entre sus frecuentes presidios, trabajó para comunicar la apariencia de una organización a la sociedad, mientras que los excesos de algunos de sus seguidores le impulsaron a promulgar un código de disciplina. Sus esfuerzos en ambas direcciones encontraron una fuerte oposición por muchos de los que habían sido enseñados a mirar la luz interior como la guía completa. Sin embargo, la mayoría, sacrificando consistencia y consentimiento, y antes de la muerte de Fox, el 13 de Enero de 1691, el Cuaquerismo se estableció en los principios que ha conservado sustancialmente. 

Aunque los Amigos rechazaban credos como “externos” y “humanos”, sin embargo ellos, al menos los primeros Cuáqueros y sus modernos seguidores ortodoxos, admitían los dogmas fundamentales del Cristianismo como están expuestos en el Credo de los Apóstoles. Rechazando como no perteneciente a la Escritura, el concepto de Trinidad, confesaban la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; la doctrina de la Redención salvación a través de Jesucristo y la santificación de las almas por medio del Espíritu Santo. Sus mejores apologistas, como Robert Barclay y William Penn, no fueron capaces de explicar satisfactoriamente en qué difiere la “luz interior” de la luz de la razón individual; ni habían reconciliado la doctrina de la autoridad suprema de la “voz interior” con las llamadas “externas” a la Escritura y a Jesucristo.

 Estas debilidades doctrinales fueron fructíferos gérmenes de disensiones en tiempos posteriores. Aunque uno de los primeros “testimonios” de Fox fue la reprobación de “las casas con agujas”, esto es, los majestuosos edificios con los cuales la piedad católica cubrió el suelo de Inglaterra, sin embargo, a medida que el número de adeptos crecía, se vio obligado a agruparlos en congregaciones para culto y negocios. Estas “reuniones concretas” tenían lugar el primer día de la semana. Daban culto sin ningún tipo de liturgia y en silencio hasta que un hombre, mujer o niño era movido por el Espíritu a “dar testimonio”, cuyo valor era juzgado por el sentido común de la asamblea. Por un proceso de crecimiento, se generó una forma de gobierno de la iglesia, que ha sido descrito como sigue:“Toda la comunidad de los Amigos se modela en algún modo en el sistema Presbiteriano. Tres niveles de significación o sínodos – mensual, trimestral y anual – administraban los asuntos de la Sociedad, incluyendo en su vigilancia temas tanto de disciplina espiritual, como de política secular.

 Las reuniones mensuales, compuestas por todas las congregaciones dentro de un circuito claro, juzga la adaptación de los nuevos candidatos a ingresar, expedir certificados de pertenencia a aquellos que cambian de distrito, elegir a los ancianos, vigilar el ministerio, intentar las reformas o pronunciarse sobre las expulsiones de todos aquellos que marchan por el mal camino y en general vigilar y estimular el cumplimiento de las tareas religiosas. Así mismo, hacían provisiones para atender a los pobres de la Sociedad y asegurar la educación de sus hijos. Los supervisores también estaban encargados de ayudar en la consecución de dichos objetivos. También, en las reuniones mensuales, se aprobaban los matrimonios, previamente a su celebración en una reunión de culto. Varias reuniones mensuales componen una trimestral, al cual se enviaban informes generales de la situación y en el cual las apelaciones obtienen respuesta. El capítulo anual mantiene la misma posición relativa respecto a los trimestrales que éstos respecto a los mensuales, y toma el gobierno general de la Sociedad en un país. “ (Véase Rowntree, Quakerism, Paste and Present, p.60) Todos los capítulos anuales son supremos e independientes, el único nexo de unión entre ellos eran las circulares transmitidas entre ellos. La carta anual del Capítulo de Londres era particularmente apreciada. Con la desaparición de sus fundadores y el cese de la persecución, el Cuaquerismo perdió su espíritu misionero y se convirtió en una secta cerrada y exclusiva. En lugar de atraer a nuevos conversos, desarrolló una obsesión por hacer cumplir la “disciplina” y los “renegados”, es decir, expulsados, multitud de sus miembros por temas insignificantes en las cuales la conciencia moral podría no percibir ofensas morales. En consecuencia, iban menguando año a año, siendo gradualmente absorbidos por otras sectas más vigorosas, y muchos derivando en el Unitarismo. En los Estados Unidos, donde, a principio del último siglo, tenían ocho prósperos capítulos anuales, su progreso fue detenido por dos cismas, conocidos como la separación de 1828 y la Controversia Wilburite. 

La perturbación de 1828 fue ocasionada por la predicación de Elías Hicks (1748-1830), un elocuente y enormemente popular predicador, quien, en sus últimos años planteó unas visiones totalmente erróneas relativas a la persona y trabajo de Cristo. Fue denunciado como Unitarista; y, si bien la acusación parecía bien fundamentada, muchos le apoyaron, no tanto por comulgar con sus herejías teológicas, como en protesta contra el excesivo poder e influencia reclamados por ancianos y supervisores. Tras muchos años de riñas, los Amigos se separaron en dos, los Ortodoxos y los Hicksitas, renegando cada uno del otro, y reclamando ser la sociedad original. Diez años después, los Ortodoxos se dividieron por la oposición de John Wilbur a los métodos evangelizadores de un misionero inglés, Joseph John Gurney. Como tema fundamental que los Ortodoxos mantenían con Gurney, la facción Wilburita organizó un capítulo anual cismático. 

Estos cismas perduran hasta hoy. Existe también una secta microscópica conocida como “Primitivos” Amigos, principalmente ramificaciones de los Wilburitas que reclamaban haber eliminado todas las últimas adiciones a la fe y práctica de los primeros fundadores de la sociedad. En los campos de la educación, caridad y filantropía, los Amigos habían ocupado un lugar muy desproporcionado a su número. Existen en Estados Unidos muchos colegios importantes de su fundación. Son ejemplares en el cuidado de sus pobres y enfermos. Mucho antes que otras denominaciones, denunciaron la esclavitud y no permitieron a ninguno de sus miembros poseer esclavos. Sin embargo no apoyaron la abolición de la esclavitud por métodos violentos. También fueron eminentemente cuidadosos en el bienestar y trato correcto a los indios. 


Información de publicción Escrito por James F. Loughlin. Transcrito por Thomas J. Bress. Traducido por José Ponce The Catholic Encyclopedia, Volume VI. Published 1909. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, September 1, 1909. Remy Lafort, Censor. Imprimatur. +John M. Farley, Archbishop of New York Bibliografía SCHAFF, Creeds and Christendom (New York, 1884), I, III; THOMAS, ALLAN C. AND RICHARD H., History of the Society of Friends in America in American Church History Series (New York, 1894), XII--contains excellent bibliography; SMITH, JOSEPH, Descriptive Catalogue of Friends' Books (London, 1867; supplement, London, 1893); IDEM, Bibliotheca Anti-Quakeriana, A Catalogue of Books Adverse to the Society of Friends (London, 1873); JANNEY, History of the Religious Society of Friends from the Rise to the year 1828 (2nd ed., Philadelphia, 1837-50). The Works of FOX were published at London, 1694-1706; the Works of BARCLAY were edited by WILLIAM PENN (London, 1692). 

Fuente: www.aciprensa.com

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