Uno de los grandes misterios de la historia de la cultura es, sin duda alguna, el fenómeno de las religiones y de cómo estas han influido decisivamente en nuestra forma de pensar, de sentir, así como en los temores y supersticiones más recónditos de nuestra alma.
Mas allá de la evidente influencia que el fenómeno religioso ha ejercido en todas las culturas de la humanidad, al margen de nuestra fe o escepticismo en los dogmas sobre las que se sustentan, me gustaría tomar en consideración el concepto de religión desde una perspectiva mucho mas simple, precisa y aséptica, con el objeto de tener una idea clara e inteligible de lo que entendemos por la palabra religión.
Lo primero que hay que señalar es el carácter polisémico de la palabra religión, lo cual viene dado, entre otras cosas, por la variedad etimológica de sus acepciones. Es posible que lo uno venga influido por lo otro, de ahí la importancia del sentido etimológico de la palabra (algo bastante en desuso en la actualidad, donde muchas veces asumimos el significado de una palabra de forma pasiva y automática, sin reflexionar en profundidad sobre el por qué de su verdad).
Etimológicamente, según la tradición de Lactancio, la palabra procede del vocablo latino religio, procedente de la palabra religare, que viene a significar algo asi como “atar con fuerza”, pero también de palabra relegere, de donde legere significaria “coger”, “escoger”, “recoger”, o simplemente “relectura” (tradición Ciceroniana). No obstante, parece que el verdadero sentido y vinculación del significado de la palabra religión es con el primer sentido, el de “atadura”, “ligazón”.
En cuanto a las definiciones de la palabra religión, P. Pauli recogió mas de 150 definiciones diferentes, de lo cual se deduce la enorme dificultad para establecer una definición exacta y válida desde cualquier punto de vista. Por ejemplo, podemos definir la religión de varias formas: Desde un punto de vista subjetivo, de “sentimiento de dependencia absoluta” (Schleiermacher). También desde una perspectiva sociológica, como un “sistema solidario de creencias y practicas relativas a las cosas sagradas”. Podríamos seguir con muchas mas definiciones, pero todas ellas vienen a demostrar algo que no es nuevo, y que se trata de la multiplicidad de perspectivas con las que podemos contemplar el mundo en si mismo, un universo intersubjetivo donde todo fenómeno se contempla según el ojo con el que se mira.
No obstante, aun admitiendo este hecho, el poder de las evidencias siempre acaba imponiéndose por encima del relativismo, de modo que aunque algunas evidencia no las podamos explicar científicamente, lo cierto es que están siempre presentes, desafiando al paso del tiempo, inmutables. Pondré un ejemplo muy sencillo: Algunos especialistas atribuyeron el origen de las religiones al miedo a los fenómenos atmosféricos, otros a un resultado “convencional” entre la sociedad humana, e incluso los hay que establecieron un origen “imaginario” de satisfacción de las necesidades y aspiraciones humanas, es decir, una falsa promesa de inmortalidad que nos aporte un sentido positivo a nuestro eventual paso por este mundo.
Pero por encima de todas estas consideraciones, existe una realidad insoslayable, y es el hecho de que el fenómeno religioso es un hecho consustancial al hombre mismo, a nuestra condición de seres humanos poseedores de una cultura, de un sistema de convivencia social avanzado e institucionalizado. ¿Existe alguna sociedad humana que no posea en mayor o menor medida una religión? ¿Por qué la religión continua estando tan presente en nuestras vidas, para bien y a veces para mal?
Por encima de la enorme variedad de definiciones, teorías y valoraciones sobre el fenómeno religioso en sí, me gustaría aportar un pequeño y modesto grano de arena en forma de una simple pero significativa definición de lo que es la religión: La religión es un sistema de creencias, tradiciones y prácticas que aportan una respuesta (real o fictícia) a los grandes misterios de la humanidad.
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